en el marco de tu puerta
te dice que no todo es ganar o perder
nadie quiere un corazón
para un pecho donde cabe solo uno.
Mis palabras no negocian
con el brillo de nuestras fotos
y tus palabras son estrellas
exclamando contra la noche
desafiando ganadores y perdedores
construyendo historias de juguete
mientras yo sigo exiliado en la luna.
No soy sordo, ni estoy volteado
estoy miope de las palabras que no dije
estoy daltónico de los recuerdos rojos
estoy astigmate de las suposiciones,
tu mente desafió mi vista
hasta que te distorsionó
como un claro espejismo
lleno de procacidad.
Sin embargo soy una hoja en tu camino
debajo del árbol
que tu decidiste talar,
soy el dedo índice en tus heridas
que señala fuertemente
sobre tu huella sin cicatrizar.
Soy el estigma de la lágrima no habida
deteniendo por un momento
la onda expansiva de tu verdad,
la tormenta de tus palabras
contra mi piel gris
tratando de curar.
Soy la diversión de tu rabia
la dimensión de tu torpeza
perdiendo siempre la carrera de tu consciencia,
el brillo del olvido
el ser encantado hecho de arena
raspando las paredes de tu memoria.
Sediento y seco buscando tus caricias paralelas,
tras el negociado de las palabras en tu mente
donde me construyes y destruyes
entre las olas que estallan en tu vida
refrescando tus palabras más saladas.
No queda más que el sutil eco del perdón
la egoísta esperanza de misericordia en tu espejo
repitiendo sobre tu piel mis caricias,
mis fotos, mis versos y mis locuras
mis sueños robándote tus noches
y mis manos tomando fuerte tu aire
llenando tu oscuridad
que suele ser más diáfana que tu
que suele ser más nítida que yo.